Como ya he comentado en entradas anteriores, corren tiempos de borrasca en mi entorno laboral, y los nubarrones se están acercando de manera peligrosa a los trabajadores. Por ello no es de extrañar que hayan comenzado a movilizarse los sindicatos y el comité de empresa para tratar de rebajar el efecto de los nubarrones.
Ayer tuve la oportunidad de acudir a la primera asamblea con el comité y allí descubrí cosas que me dieron tranquilidad, pero otras con las que no estoy de acuerdo, entre ellas la de la convocatoria de huelgas o paros parciales a la que se nos sometió a votación y a la que yo voté que NO. ¿Por qué? ¿Soy insolidario con mis compañeros? ¿Soy uno de los bichos raros (sólo 2 votos en contra)?
No voté en contra porque no me importara la situación o porque no me preocupara la situación en la que se encuentran algunos compañeros. Voté en contra porque no me parece que hacer huelga sea la mejor manera de resolver este asunto, me explico:
Mi compañía es una compañía de servicios y por tanto el contacto con el cliente es contínuo y en algunos casos, trabajamos sentados al lado de dicho cliente, por lo que una huelga empeoraría de sobremanera la imagen de la corporación en el cliente o podría provocar problemas en el proyecto. Esta situación seguramente derivara en una pérdida de confianza en la compañía que a buen seguro nos pasaría factura en un futuro ya sea en disminución de contratos, pérdida de poder ante la competencia, etc. Provocando una disminución de los ingresos y por tanto haciendo necesarias futuras reestructuraciones y recortes de personal o incluso la suspensión de pagos y posterior quiebra de la compañía.
Es por ello que aboco por otras medidas de presión que no afecten a la relación con el cliente. Seguramente sea complicado encontrar dichas medidas, pero el futuro de los trabajadores se merece ese esfuerzo, a estas alturas no vale con declarar una huelga. El mundo se mueve guiado por la competitividad y descolgarse en un momento dado puede hacer el retorno muy complicado, por eso se hacen necesarias fórmulas cada vez más imaginativas no solo para hacer negocio sino también para protestar por lo que a cada uno le corresponde.
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